35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 41Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42Y decían: ¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice este: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; este ha visto al Padre. 47De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48Yo soy el pan de vida. 49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Juan 6:35, 41-51
Pastor Jose Juarez
Notas de sermón:
lo ilustra de la siguiente manera: «Jesús, el Dios encarnado, la sustancia del Padre, bajó del cielo para enseñar, para alimentar y para salvar». Era difícil de creer para los propios discípulos de Jesús, y mucho menos para aquellos que conocían a su familia, crecieron con él, enseñaron a su lado, lo vieron como un compañero rabino y judío. Ahora Jesús comienza a decir algunas cosas bastante increíbles, al menos increíbles para la mente racional, la mente judía, ¡la mente de cualquiera! Aquí reconocemos que el «Pan» es una metáfora de la encarnación, Dios manifestado en forma humana como Jesús, Hijo del Padre, descendió del cielo para el beneficio, sustento y salvación del pueblo de Dios de su déficit de hambre espiritual insatisfecha. Desde que la humanidad pensó en prescindir de Dios más allá del Jardín, algo ha faltado vitalmente. Jesús ha venido ahora para cumplirlo finalmente, para devolvernos al redil. El evangelio de Juan enfatiza la divinidad de Jesús más que cualquier otro evangelio, aunque todos la profesan. Pero Juan revela especialmente muchas de las metáforas que Jesús usa para definirse a sí mismo. Este larguísimo intercambio entre Jesús y sus contemporáneos no puede ser más claro, al menos no como metáfora. Y esto molesta a todos. ¡Incluso muchos de sus discípulos más cercanos! Tanto es así, que muchos de ellos comienzan a desaparecer. En nuestra escena de hoy, los vemos hablando entre ellos, quejándose con incredulidad de la moxie de sus afirmaciones. Entonces Jesús los llama a ello, verificando tres veces quién es él. ¿Difícil de creer? Seguro que sí. ¿Crees que es difícil entenderlo ahora? ¡Intenta conocer a sus padres en ese entonces! Y, sin embargo, el mensaje de Jesús a todos es claro. «Yo soy el pan vivo que bajó del cielo». O en términos literales: ¡Yo soy Dios encarnado, enviado por el Padre para alimentar y nutrir espiritualmente a cualquiera que esté dispuesto a reconocer a Dios y participar del regalo de Dios de la vida de salvación a través de mí!
Spurgeon define como llegar a Cristo y creer en Él «Venir a Cristo» es una frase muy común en la Santa Escritura. Se usa para describir esas acciones del alma por las que, abandonando de inmediato nuestros pecados y nuestra justicia propia, volamos hacia el Señor Jesucristo y recibimos Su justicia para revestirnos con ella y Su sangre para que sea nuestra expiación. Venir a Cristo, entonces, encierra el arrepentimiento, la negación de uno mismo y la fe en el Señor Jesucristo. Incluye en sí todas esas cosas que son el acompañamiento necesario de estos grandiosos estados del corazón, tales como la creencia en la verdad, la diligencia en la oración a Dios, la sumisión del alma a los mandamientos del evangelio de Dios y todas esas cosas que acompañan el amanecer de la salvación en el alma.
1. LA INCAPACIDAD HUMANA Juan 6:44
«Nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga.» Juan 6:44
El hombre moderno puede jactarse de todo lo que ha logrado a lo largo de este tiempo, a tal punto que gracias a la tecnología su vida es confortable en esta tierra. Prácticamente, muy pocas son las cosas que a través de la ciencia el hombre no pueda hacer, pero si hay algo que ni la ciencia o esfuerzo humano pueda hacer, eso es salvarse a sí mismo del infierno. La mayor incapacidad que el hombre tiene hoy por hoy es la de salvase a sí mismo.
El hombre es incapaz de salvarse por si mismo porque está ciego espiritualmente. “Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad”.
Isaías 6:9-10
Una de las mayores incapacidades del hombre es la ceguera espiritual que tiene, es decir, su incapacidad de ver su realidad espiritual y la necesidad que tiene de salvarse. Isaías describe bien esta condición: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. El problema del hombre es que su corazón es tan duro que es incapaz de entender su situación espiritual y por ende su alma está perdida, y esto es así porque el diablo ha segado su corazón: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”, (2 Corintios 4:3-4). Es por la obra de las tinieblas que el hombre se encuentra ciego espiritualmente y no le permite que la luz del evangelio lo saque de esas tinieblas.
“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”.
Salmo 51:5 Como lo reconoce David en su salmo penitente, otra de las razones por las cuales el hombre es incapaz de salvarse es porque nace con una naturaleza pecaminosa: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. Contrario a lo que muchos pudieran creer, los niños que se ven tan inocentes nacen con esta naturaleza y el problema con esto es que por naturaleza impulsa al hombre a hacer solamente lo malo, tal y como lo ha sido desde el principio de la humanidad: “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”, (Genesis 6:5).
“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. Juan 8:34
Finalmente, el hombre es incapaz de salvarse a si mismo porque es un esclavo del pecado. El esclavo es una persona que no se pertenece a si misma, es incapaz de tomar decisiones propias porque su vida le pertenece a alguien más, sus derechos están limitados a lo que su amo le conceda. Esa es la situación del hombre, se encuentra esclavizado en el pecado, y ese mismo pecado lo arrastra a hacer el mal y como consecuencia lo lleva al infierno.
Por tanto, el hombre por su naturaleza es incapaz de salvarse a sí mismo, porque por obra de las tinieblas está ciego y no reconoce la necesidad de su salvación, porque nace con una naturaleza pecaminosa que lo impulsa solo a pecar y finalmente, porque es un esclavo del pecado, incapaz de elegir lo bueno, por ello no hay buenas obras o esfuerzo humano que lo pueda salvar del infierno. Pero Dios es misericordioso, y ante esta imposibilidad humana, la gracia de Dios toma el pecado humano y lo lleva a tal punto que todo aquel que crea en Jesús puede salvar su alma porque no depende del que quiere sino de la misericordia de Dios.
2. A MENOS QUE EL PADRE LO TRAJERE
La salvación es obra de Dios y de ningún esfuerzo humano. La salvación no es una recompensa por nuestras buenas acciones o por méritos que hagamos, ésta es un regalo de la gracia de Dios. Debemos reconocer nuestra dependencia de Dios y aprender a confiar en su poder para ayudarnos en nuestra vida espiritual. El llamado que el Padre hace es la forma en que Dios atrae a las personas a sí mismo. Dios actúa a través de su Palabra en nuestras vidas, es así como Dios nos llama a acercarnos a él y a poner nuestra confianza en su Hijo. Algo importante aquí es que, la respuesta a este llamado se convierte en una decisión personal y debe ser tomada por la misma persona que ha sido llamada. Como seres humanos, tenemos libre albedrío y tenemos la capacidad de aceptar o rechazar el llamado de Dios.
Aquí hay que reconocer que la creencia y la fe son necesarias para responder al llamado del Padre. El creer es la interpretación intelectual de la verdad, mientras que la fe es la confianza en Dios. Solamente por la fe, podemos confiar completamente en el poder y la sabiduría de Dios para que dirija nuestras vidas. Debemos creer y tener fe en el llamado del Padre para acercarnos a Él y para guiar nuestra vida. Al comprender la soberanía de Dios en la salvación, podemos aprender a confiar en Él y seguirlo. Es por eso que nadie puede convertirse en cristiano— a no ser que el Padre llame a esa persona primero. El llamado de Dios es la acción mediante el cual el Padre atrae (o llama) a una persona a su presencia. Esto consiste en que Dios le abre la mente a la persona para que entienda la verdad espiritual, y literalmente es una invitación de salvación para ese individuo.
Ahora existe confusión sobre el significado de la salvación. En el sentido físico, la salvación significa ser rescatado, generalmente de la muerte. Una persona que es sacada de un carro en llamas ha sido salvo de una muerte terrible.
De igual manera, la salvación en este caso espiritual significa ser rescatado de la muerte eterna. Hay que ver también que la muerte espiritual es una muerte de la cual no hay regreso, literalmente la persona deja de existir. Los cristianos que son salvos, pueden morir físicamente antes de que Cristo regrese, van a ser transformados en seres espirituales y van a vivir para siempre cuando Él regrese en su segunda venida.
Nadie puede venir a Jesús a menos que lo traiga el Padre. A menos que el Padre celestial ponga en el corazón de la persona ese deseo ferviente, esa necesidad por Dios. Es probable que a usted lo haya traído una persona a la iglesia. Esa persona le habló a usted del evangelio, pero quien puso en el corazón venir a Cristo fue Dios, fue el Señor. ¿Por qué? Porque nadie puede venir a Cristo al menos que el Padre lo traiga.
Ahor sabemos que quien es quien pone en el corazón a recibir a Cristo. Quien pone en el corazón venir a la iglesia. Quien pone en el corazón el servir a Dios. Quien pone en el corazón el aceptar ese llamado divino, es Dios mismo, es el Padre. Y si nosotros respondemos a ese llamado. Dios nos utiliza. Dios usa personas, usa problemas, circunstancias; es más, Dios utiliza cualquier elemento para lograr su propósito. Hay personas que Dios utiliza para una situación, a veces Dios utiliza a gente inconversa para lograr un propósito. El convencerlo pertenece al Espíritu Santo En Juan 16:8 dice: 16Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Aquí “él” se refiere al Espíritu Santo, dice que el Espíritu Santo Convencerá. Es importante ver que nadie lo convencerá a usted de nada en este tema. Nadie tiene ese poder, aquí nadie tenemos esa habilidad. El único que lo puede convencer a usted es el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo venga el convencerá al mundo de pecado, convencerá al mundo de justicia de pecado; porque el Espíritu Santo es el único que le puede mostrar a usted que necesita arrepentirse, y que usted es un pecador. Hemos visto personas que llegan a la iglesia, comparten, escuchan el mensaje y luego son invitados al arrepentimiento y la respuesta es: “No, gracias, en otra oportunidad.” Esta persona dice: Yo no necesito arrepentirme. Porque es el Espíritu de Dios el único que puede convencer. Ahora en el tema de justicia, Jesús era, y es, inocente. Jesús no cometió ningún pecado y lo mataron. Y de juicio porque el diablo ya fue juzgado. El único que convence es el Espíritu Santo de Dios, nadie más. Nosotros podemos persuadir a alguien, pero al final del día: “Nadie viene a Jesucristo si el Padre no lo trae” y “El único que nos convence es el Espíritu Santo de Dios.”
Si ahora hay alguna persona que quiere recibir a Cristo, venga a Jesús, entregue su corazón al Señor, póngase de pie, levante su mano; no deje pasar esta oportunidad gloriosa de comenzar una vida nueva. Comience una vida nueva con Cristo Jesús. Dios le ama, Dios quiere salvarle. Usted que no está mirando por la red you tube, Dios también quiere salvarle a usted. Si usted quiere recibir a Cristo en el corazón, ahí donde está, le invito para que haga esta oración conmigo y diga al Señor: “Señor Jesús, en este día yo te entrego mi corazón, te entrego mi vida, me arrepiento de mis pecados y te doy gracias por lo que hiciste en la cruz.” Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios, de su santa y bendita palabra.
