20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20
Pastor Jose Juarez
Notas de sermón:
ebemos pensar en estas dos personalidades. «usted», y «Cristo».
Y resulta que el misterio del mal está conectado con la primera personalidad, Usted, y el misterio de la piedad con la segunda personalidad Jesucristo. Pero en medio de ellas está otra gran personalidad. «El príncipe de la potestad del aire; el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia» (Efesios 2:2) Y Satanás es capaz de actuar por medio de la primera personalidad. Mientras que Dios Todopoderoso se manifiesta por medio de la segunda. La primera es instrumento de Satanás, la segunda, sierva de Dios. Pero si usted ya está en Cristo, usted puede decir: “Para mí el vivir es Cristo” implica que nuestra vida está girando en torno a Cristo. Ahora Él es el centro de su existencia, su propósito a alcanzar y su fuente de inspiración. Esto implica que todas las decisiones y acciones que usted toma deben estar en línea con su voluntad. Ya su vida ya no se trata solo de usted mismo, sino de seguir el ejemplo de Jesús y vivir de acuerdo con sus enseñanzas. Desarrollar el carácter de Cristo es tarea que no se puede eludir por el cristiano, pues Dios mira el corazón, y el carácter tiene su fundamento en el corazón de la persona. Dios quiere formar en nosotros el carácter de Cristo, pero depende de nosotros y de cuánto permitamos la guía del Espíritu Santo. Pablo nos exhorta diciendo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” Efesios 4:22-24. Se trata de una nueva vida que inicia con una renovación de nuestra manera de pensar para que podamos vivir la voluntad de Dios que es buena, agradable y perfecta. Dios es nuestra fuente de ayuda cuando queremos desarrollar el carácter y alcanzar la madurez espiritual. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30, y es que tenemos que dejar vivir a Cristo en nosotros, y así poder crecer en integridad, mansedumbre, justicia, bondad y humildad. Un carácter como el de Cristo sólo se logra cuando nos mantenemos en intimidad con él.
1. SIENDO CRUCIFICADO CON CRISTO.
Ahora usted vive para Dios al haber sido crucificado con Cristo. ¿Cómo puede suceder esto si Cristo murió hace tantos siglos? La Escrituras nos dicen como. Cuando un hombre cree en que Cristo murió por él y que Jesucristo cargó con el castigo del pecado por él. Dios toma la fe de ese hombre. Y considera su fe como habiendo muerto en Cristo. Considera su fe como su identificación con Cristo con la muerte. Considera su fe como si ya hubiera sido castigado por el pecado en la muerte de Cristo. «La vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» Cuando por fe estamos unidos a Cristo, primero estamos unidos a su muerte. Romanos 6: 5 dice: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección “. Luego, dado que nuestra vieja rebeldía e incredulidad murieron con Cristo, en unión con Él en Su muerte, el Espíritu nos da vida para caminar en una nueva vida (Rom 6:4). Ser crucificado con Cristo significa que ya no somos esclavos del mundo. Somos libres. lo que significa que nuestro pecado está roto. Romanos 6: 7: “Porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado”. Pablo continúa: “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Ro. 6:11). Así es como vivimos la vida de Cristo. Vivimos en victoria sobre el pecado que Su muerte venció. Aquí está la manera positiva de decirlo en Romanos 6:13: “ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros [esto es, partes de nuestro cuerpo] a Dios como instrumentos de justicia.” «instrumentos de justicia» es otra forma de decir «manifestaciones visibles de la manera en que Cristo vive con justicia en el mundo». Biblia de Bosquejos y sermones.
2. CRISTO VIVE EN EL CREYENTE A TRAVES DE SU CUERPO.
El creyente vive para Dios al permitir que Cristo viva su vida a través de su cuerpo Romanos 6:11-13 11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; 13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. La idea de ser el cuerpo de Cristo es una idea poderosa utilizada en las Escrituras para describir la relación íntima que los creyentes tienen con Jesús como cabeza de la iglesia.
La expresión «cuerpo de Cristo» en 1 Corintios 12:27 donde dice: «Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.» Este texto nos habla de la unión inseparable entre Cristo y los creyentes, formando una comunidad interconectada y funcional. Al constituirnos en el cuerpo de Cristo, cada creyente tiene un propósito y una función específica dentro del cuerpo. Nuestro cuerpo humano se compone de diferentes miembros con roles y habilidades distintas, lo mismo el cuerpo de Cristo tiene diversidad de dones y ministerios. Todos son necesarios y complementarios para el funcionamiento saludable del cuerpo. Veamos el creyente es crucificado con Cristo, y sin embargo sigue viviendo en la tierra. Entonces, no será quien esté a cargo de su vida. Por la fe murió con Cristo, por lo cual, debe vivir con Cristo. Ahora el creyente debe permitir que Cristo viva en y a través de su cuerpo, para que lo controle y esté a cargo de su vida. El creyente debe unirse a Cristo de manera tal como si Cristo caminara en la tierra por su cuerpo. Juan 14:20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El creyente en Cristo debe tener una unión y gran compañerismo con Cristo, convirtiéndose en una rama que toma su vida y se nutre de Cristo.
3. EL CREYENTE CONFIA EN LA GRACIA DE DIOS.
El creyente debe vivir para Dios, confiando en la gracia de Dios, es decir que es Jesucristo quien es la justicia de Dios. Porque si dejamos a un lado la gracia de Dios y buscamos justicia en la ley, en vano muere Cristo. La gracia es el favor inmerecido de Dios hacia el hombre. Sustituye el recibir lo que merecemos por nuestros pecados, por Dios ofreciendo su amor y perdón de forma gratuita. Este concepto permea en toda la Escritura, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento. La revelación de la gracia de Dios se encuentra en la encarnación de Jesucristo. Dios mismo se hace hombre para reconciliarnos consigo mismo. A través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, es así como experimentamos la gracia de una manera redentora.
Ahora vemos cómo Jesús se acercó a los pecadores, sana a los enfermos y perdona a aquellos que le crucificaron. La vida misma de Jesús fue un testimonio eficaz de la gracia que ofrece a quienes pueden reconocer la necesidad de su salvación. La gracia es el centro de la salvación. Efesios 2:8-9 nos hace ver que somos salvos por la gracia mediante la fe, no como un resultado de nuestras obras. La salvación es un don, es un regalo divino que recibimos sin mérito propio, demostrando así el amor de Dios. La única manera que un hombre pueda vivir para Dios es confiar en la gracia y el amor de Dios. Es decir: también confiando en la muerte de Jesucristo por su justicia. Filipenses 3: 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; La gracia incluye no solo el medio para la salvación, sino también el poder transformador en la vida de cada creyente. Es un proceso continuo por el cual Dios trabaja en nosotros, forjándonos a la imagen de Cristo. En Cristo somos victoriosos porque la gracia no solo nos salva, sino que también nos capacita para vivir vidas santas y piadosas.
La gracia se convierte en un puente en donde el hombre se une con un Dios santo. Ya no nos separa el pecado, la gracia nos acerca a Dios. Es el medio por el cual podemos tener una relación íntima con nuestro Creador, no basada en las obras, sino en su misericordia.
Si entendemos lo que significa la gracia, vamos a responder con gratitud. Cuando comprendemos el precio que Jesús pagó en la cruz por nuestros pecados, es difícil no responder con amor y obediencia. La gratitud es la energía que impulsa nuestra relación con Dios. La gracia implica doble efecto tanto en nuestra relación con Dios, como en nuestra relación con los demás. Los creyentes en Cristo están llamados a reflejar la gracia recibida. Ser exhortados a perdonar a los demás, a amarnos los unos con los otros como Cristo nos amó y a vivir en unidad.
Desde ahora usted puede experimentar la gracia de Dios en su vida diaria a través de la oración, la lectura de las Escrituras y la rendirse a la obra del Espíritu Santo. Todos aquellos que reconocen la gracia de Dios y dependen de la guía Divina son capaces de experimentar su poder transformador. Hay que tomar en cuenta también que, aunque la gracia nos ofrece el perdón de pecados, nuestras acciones pecaminosas todavía pueden tener consecuencias. Pero algo maravilloso sucede, la gracia nos ofrece la oportunidad de arrepentirnos, aprender y crecer a través de esas consecuencias. La gracia de Dios es inagotable. Es eterna, es por siempre. Algunas de nuestras acciones podrían entristecer al Espíritu Santo, pero la gracia de Dios está siempre disponible para los que se vuelven a Él en arrepentimiento. Seguimos pecando como humanos y tendrá sus consecuencias. La gracia de Dios nos libera de las consecuencias eternas del pecado en la perspectiva de la condenación, pero también habrá recompensas y pérdidas en la vida futura como consecuencia de nuestras obras. La gracia nos salva, pero nuestras acciones aún tienen consecuencias eternas.
