Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.”
Santiago 4:11
La murmuración la utiliza el enemigo de los cristianos para dividir al pueblo de Dios. La murmuración es un pecado, y como tal hay que denunciarlo. La murmuración atrae el castigo de Dios.
A los primitivos cristianos se les acusó falsamente de muchas cosas: De canibalismo por las palabras que empleaban al celebrar la cena del Señor. De inmoralidad por el compañerismo entre todos los creyentes (hombres y mujeres) que reinaba en sus reuniones y por el ósculo santo con que se saludaban unos a otros. De incendiarios cuando Nerón, en su locura, prendió fuego a Roma. Y así de otras cosas. Muchos creyeron estos falsos rumores y se comportaron negativamente con los cristianos por los efectos de estas murmuraciones. ¿No es verdad que alguna vez tu opinión de alguien se ha visto afectada por lo que te han dicho en voz baja de aquella persona? Desgraciadamente es así, sin pararnos a pensar mucho ni verificar la verdad o mentira de lo contado, hemos creído lo que nos han dicho y nuestra relación con aquella persona cambió. (501 ilustraciones)
Debemos tener sabiduría al hablar, a este pecado se le minimiza y no se le da la seriedad y la gravedad que conlleva en sí mismo, pero ante los ojos de Dios, este pecado es realmente grave, en el proceso de la santificación debemos redoblar nuestros esfuerzos para evitar este pecado y permitir que el Espíritu Santo brille más en nosotros.