Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”
Jeremías 10:23
Notas de sermón:
Este verso viene después de que Jeremías lamenta tristemente que el pueblo de Judá iba a ser
llevado en cautiverio a Babilonia. Jeremías dijo: “Conozco, oh Jehová”. El profeta hablaba del
hecho de que él bien sabía – que lo que sucede en este mundo no está bajo nuestro control. Dios
es Todopoderoso. Por Su providencia Él rige todo lo que nos sucede.
“Ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”. Nosotros podemos decidir hacer
algo, pero Dios nos puede detener de hacerlo al ponerle un obstáculo. Usted puede
decidir hacer esto o aquello. Pero aun si usted es joven y fuerte, Dios podría hacer
imposible que lo haga. Una de las razones principales por la que no debemos tratar de
controlar nuestras propias vidas es porque nuestros corazones son malvados. Aun
después de la conversión no podemos confiar en los sentimientos y pensamientos de
nuestros corazones – porque aun hay trazos del pecado que nos engañan. Es por eso que
la Biblia dice:
“El que confía en su propio corazón es necio”
(Proverbios 28:26).
«es el poder de Dios, omnipotente y presente en todo lugar, por el cual sustenta y
gobierna el cielo, la tierra y todas las criaturas de tal manera que todo lo que la tierra
produce, la lluvia, la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida, la salud y la
enfermedad, las riquezas y la pobreza, así como todas las cosas no acontecen sin razón
alguna como por azar, sino por su consejo y voluntad».
I. DIOS PROVEERA
«Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.» 2 Reyes 4: 6.
Charles Spurgeon nos dice:
En tanto que hubo vasijas que llenar, el milagroso chorro de aceite continuó, y
sólo cesó cuando ya no hubo más cántaros que lo recibieran. El profeta no
pronunció una sola palabra para detener el proceso multiplicador, y el Señor
no puso ningún límite al prodigio de abundancia. La pobre viuda no se vio
restringida en Dios, sino en su provisión de tinajas vacías. Ninguna otra cosa en
el universo redujo el flujo del aceite. Sólo la ausencia de recipientes para
guardar el aceite, detuvo el flujo al instante. Las vasijas escasearon primero
que el aceite; nuestros poderes receptores se agotarán primero que el poder
proveedor de Dios.
Esto es cierto en referencia a NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS PROVIDENCIALES.
En tanto que tengamos necesidades, tendremos provisiones, y encontraremos
que nuestras necesidades se agotan mucho antes que la liberalidad divina. En
el desierto caía más maná del que las tribus podían comer, y corría más agua
de la que los ejércitos podían beber, y mientras estuvieron en tierra desértica y
requirieron de esta provisión, se les otorgó de continuo. Cuando llegaron a
Canaán y se alimentaron del fruto de la tierra, las provisiones especiales
cesaron, pero sólo hasta ese momento. De la misma manera, también, el Señor
alimentará a Su pueblo hasta que no lo necesite más.
Equilibra la necesidad con los suministros, encaja la oración con la respuesta,
entremezcla el dolor con el gozo y el temor con la esperanza, y une dulcemente
la fe con su cumplimiento y lo sobrenatural con lo natural, y la motivación del
corazón con la recompensa de la acción. Si pudiéramos ver todo como lo
discierne un ángel, el panorama nos deslumbraría hasta el éxtasis. ( George D. Watson
II. Dios tiene un propósito en todo lo que hace en el mundo.
providencialmente gobierna o dirige todas las cosas a fin de que
cumplan sus propósitos. Leemos en Salmos:
«su reinado domina sobre todos» (Sal103:19). Es más, «Dios hace lo
que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No
hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos»
(Dn 4: 35).
Pablo afirma que «todas las cosas proceden de él, y existen por él y
para él» (Ro 11: 36), y que «todo ha quedado sometido a su dominio» (1a Co 15: 27). Dios es el que
«hace todas las cosas conforme al
designio de su voluntad» (Ef 1: 11), de modo que al final «ante el
nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo
de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para
gloria de Dios Padre» (Fil 2: 10-11).
Es debido a que Pablo sabe que Dios es soberano sobre todo y logra
sus propósitos en todo suceso que tiene lugar que puede declarar que
«dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han
sido llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8: 28).
III. LOS DECRETOS DE DIOS
Wayne Grudem lo define asi:
Los decretos de Dios son los planes eternos de Dios por los cuales, antes
de la creación del mundo, él determinó hacer que tuviera lugar todo lo
que sucede. Esta doctrina es similar a la doctrina de la providencia, pero
aquí nos referimos a las decisiones de Dios antes de que el mundo fuera
creado y no en sus acciones providenciales en el tiempo.
Sus acciones providenciales son los resultados de los decretos eternos
que hizo hace mucho tiempo. (Vea capítulo 2, p. 47, para ver «decretos»
usado en un sentido algo diferente.)
David confiesa: «Todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos» (Sal 139: 16; Job
14: 5: los días, meses y límites del hombre los determina Dios). También
hay un «determinado propósito y el previo conocimiento de Dios» (Hch
2: 23) por el cual mataron a Jesús, y las acciones de los que lo condenaron
y crucificaron estaban «predestinadas» por Dios (Hch 4: 28).
Nuestra salvación fue determinada hace mucho tiempo porque Dios
«nos escogió en él [Cristo] antes de la creación del mundo, para que
seamos santos y sin mancha delante de él» (Ef 1: 4). Nuestras buenas
obras como creyentes son las que «Dios dispuso de antemano a fin de
que las pongamos en práctica» (Ef. 2:10; Jud 4).
Dios nos hizo responsables por nuestras acciones, las que tienen
resultados reales y eternamente significativos.
En todos sus actos providenciales Dios preserva estas características de
responsabilidad y significación.
Si hacemos el bien y obedecemos a Dios, él nos recompensará y las
cosas marcharán bien para nosotros tanto en esta edad como en la
eternidad. Si hacemos el mal y desobedecemos a Dios, él nos
disciplinará y tal vez nos castigará, y las cosas marcharán mal para
nosotros. El darnos cuenta de estos hechos nos ayudará a tener
sabiduría pastoral al hablar con otros y al animarlos a que eviten la
ociosidad y la desobediencia. Acepte a Cristo Jesús como su Salvador
personal y el le dará la vida Eterna.