Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.»
Marcos 1:40-42
Notas de sermón:
Un hombre leproso se acerca a Jesús, se pone de rodillas ante Él y expresa su confiada fe en Él, que puede sanarlo. Hoy el Hijo del Hombre es glorioso en su poder de salvar. Este día el Señor Jesucristo tiene todo poder en el cielo y en la tierra. Él tiene poder y quiere usarlo para todos los que se le acercan para ser sanados.
I. LA FE DE ESTE LEPROSO HIZO QUE ANHELARA SER SANO.
La fe de este leproso es muy grande. Este leproso no le dijo a Jesús “si puedes”. Él le dijo: “si quieres” Este hombre creía que Jesús podía sanarlo, y su fe le despertó el profundo anhelo por ser salvo de inmediato. Hoy tenemos que tratar con leprosos espirituales carcomidos por la inmunda enfermedad del pecado; pero algunos de ellos no creen que puedan ser sanados alguna vez, y el resultado es que su falta de esperanza los conduce a pecar con mayor frecuencia. Su atrevido acercamiento al Señor, en contra de la Ley y a pesar de la segura oposición y repugnancia de las gentes, indicaba que había oído o visto lo suficiente del poder salvífico del Señor para despertar en él una fe viva. Debido a que algunas personas no tienen esperanza, se hunden más profundamente en el pecado. La misericordia todavía gobierna esta hora. Usted puede tener esperanza cuando Jesús le envía su Evangelio, y le pide que se arrepienta. Usted debe creer en “el perdón de los pecados»; ésta es una buena oportunidad de reconocer su pecado. Creo también en la renovación del corazón de los hombres; porque el Señor puede dar un nuevo corazón y un espíritu recto a los hombres perversos e ingratos. Quisiera que ustedes lo creyeran verdaderamente, porque, si así fuera, eso los llevaría a buscar el perdón de sus pecados y la renovación de sus mentes. ¿Lo creen ustedes? Entonces vengan a Jesús y reciban las bendiciones de Su gracia inmerecida.
II. LA FE DE ESTE LEPROSO ERA SUFICIENTEMENTE FUERTE.
Con el desarrollo de la enfermedad, el leproso se convertía en un ser repulsivo para sí mismo y para los demás. La lepra pasaba por diferentes etapas en las que poco a poco la persona iba perdiendo su aspecto humano. Los nervios eran afectados y perdían la sensibilidad, los músculos degeneraban. El enfermo era separado de su familia y de toda vida social. Pero lo que aun, era más doloroso, es que la lepra hacía a las personas ceremonialmente impuras. Jesús puede transformarle allí donde usted está, salvándole en este mismo instante mientras yo predico la palabra. Todo es posible para Dios Salvador, y todo es posible para aquel que cree. Cómo quisiera que usted tuviera una fe como la que tuvo el leproso, y aun si fuera todavía menor podría cumplir su propósito, ya que usted no tiene que luchar con las dificultades con las que tuvo que luchar el leproso, puesto que Jesús ya ha salvado a muchos pecadores como nosotros, y ha cambiado a muchos corazones tan duros. Si Él ha decidido regenerarle, no estará haciendo por usted nada extraño, sino sólo uno de los milagros cotidianos de Su gracia. Ha sanado ya a miles de nuestros hermanos leprosos: ¿no puede usted creer que Él puede curar la lepra que hay en usted? Este hombre tenía una fe maravillosa, pues creía de esta manera aun cuando era personalmente la víctima de ese mal mortal. Una cosa es confiar en un doctor cuando uno está sano, pero otra cosa muy diferente es confiar en él cuando el cuerpo se está pudriendo. El contacto de la mano del divino Maestro, el primero que tenía el leproso con un ser humano sano por mucho tiempo, fue la evidencia concreta de que en Cristo hubo no sólo el poder sino el querer; de que no sólo era Salvador potente, sino usó su misericordia infinita, extendiéndole su diestra de amistad. El pecado separa al hombre de Dios. La respuesta para el leproso fue Jesús. La respuesta para el pecador es Jesús. Este leproso se postro ante Jesús. Si nosotros oramos siempre de esta manera, el avivamiento y la sanidad siempre vendrá a nuestras vidas (Isaías 53: 4; Mateo 8: 17). En Jesús hay pronta respuesta, “quiero”; en Jesús hay poder, “se limpio”. y ahora Jesús quiere, y puede salvarle si solo confía en El.