Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo
Mateo 2:1-4
Pastor Juarez
Notas de sermón:
Dios ha tocado nuestras vidas en Jesús. La gran importancia de la celebración de Navidad es que es la celebración de la redención de nuestra humanidad. Lo que trata la encarnación, el nacimiento de Jesús, es sobre la revelación de Dios. Es la revelación de su poder, su sabiduría, su Amor en la persona de Jesús. La encarnación es como verter a Dios en la Tierra. Como sabes, en la vida de Jesús, nada está restringido. La generosidad de Dios se ve encarnada en la generosidad de Jesús. En su vida, vemos su disposición hacia la gente, su compasión hacia los enfermos y por los moribundos. Su máxima generosidad, como sabemos, llega a la cúspide en su muerte en la cruz. La influencia de Jesús en el mundo se manifiesta cuando nace, vinieron de Oriente unos magos, y así sucesivamente más gente, hay un gran poder aun el Salvador niño. La celebración de Navidad, es que Jesús nació en Belén, pero eso no tendría importancia alguna a no ser que Él nazca en nuestro corazón. Este es el gran propósito de la fe cristiana. Jesús nació en Belén y esta es una maravillosa noticia histórica. Pero Él tiene que nacer también en nuestro corazón.
I. DIOS SALVA A QUIEN EL QUIERE SALVAR.
El que se condena, es por su propia maldad, porque quieren condenarse. Si Dios escoge a quién salvará y a quién no salvará, debemos preguntarnos, “¿hay injusticia de parte de Dios?” (Romanos 9:14). 14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. A medida que nos demos cuenta de cuán grande es Dios y cuán horrible es nuestro pecado, llegaremos a entender la elección como una gracia tan increíblemente grande que no podríamos imaginarla por nosotros mismos. Jesús enseñó claramente en Juan 3:16 que Él salvará a todo aquel que cree en Él: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Este «todo aquel” le incluye a usted y a cualquier otra persona en el mundo. La Palabra de Dios dice que, si la salvación estuviera basada en nuestros propios esfuerzos, nadie podría salvarse: «Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23). Salmo 143:2 añade: «no se justificará delante de ti ningún ser humano». Romanos 3:10 afirma, «No hay justo, ni aun uno».
Nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos. Por el contrario, somos salvos cuando creemos en Jesucristo. Efesios 2:8–9 enseña, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe». Somos salvos por la gracia de Dios y, la gracia, por definición, no se puede ganar. No merecemos la salvación; simplemente la recibimos por la fe. A menudo, Dios elige salvar a los candidatos más improbables para cumplir Sus propósitos. Salvó a un ladrón en una cruz con sólo unos minutos que le quedaban de vida (Lucas 23:42–43), un perseguidor de la iglesia (Pablo), un pescador que le había negado (Pedro), un soldado romano y su familia (Hechos 10), un esclavo fugitivo (Onésimo en el libro de Filemón) y muchos otros. No hay nadie que esté fuera del poder de Dios para salvar (véase Isaías 50:2). 2 ¿Por qué cuando vine, no hallé a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Acaso se ha acortado mi mano para no redimir? ¿No hay en mí poder para librar? He aquí que con mi reprensión hago secar el mar; convierto los ríos en desierto; sus peces se pudren por falta de agua, y mueren de sed.
Debemos responder por fe y recibir Su regalo gratuito de vida eterna. Dios salva a quien Él quiere salvar. Nos asombra como Dios trajo a estos sabios del Oriente para adorar a este recién nacido.
II. LOS QUE ESTAN MAS CERCA, SON LOS MAS LEJANOS.
La Iglesia es santa porque su origen es Dios que es santo y a ella pertenecen no solo los “puros” sino también todos los pecadores, incluso aquellos que están más alejados, la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos transformar…por Dios. En la historia de la Iglesia ha habido la tentación por parte de algunos de afirmar: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los otros hay que alejarlos. ¡No, es verdad! cuántas veces le reclamamos a Dios, pues pensamos que se ha equivocado con nosotros, que merecemos mucha mejor suerte que éste o aquél. Y es que no entendemos sus acciones, las vemos con los ojos del mundo. Cuántas veces teniéndonos por justos caemos en el desprecio a los demás, creyéndonos los que “sí creemos” y nos comportamos “como Dios manda”… jugando el juego de las apartados que tanto se ha criticado… Todos somos semejantes ante Dios, da igual cómo y cuándo le hayamos conocido. Jesús volteó el mundo al revés, desafiando nuestras actitudes y suposiciones para casi todo. Nos dijo: que para ser verdaderamente ricos, necesitamos vender todas nuestras posesiones (Lucas 12:33). 33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Si queremos poder ver, necesitamos reconocer nuestra ceguera (Juan 9: 39-41). 39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. 40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece. Si deseamos ser grandes, debemos convertirnos en siervos de todos (Lucas 22: 25-27). 25 Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26 mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. Y si esperamos ganar nuestra vida, primero debemos perderla (Juan 12:25). 25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. (Algunos otros ejemplos de este «principio del revés» se pueden encontrar en Mateo 5:6, Mateo 5:10-12, 1 Corintios 1:27-29, 1 Corintios 3:18-21, 1 Corintios 4:9-10, 2 Corintios 12:9-10 y Santiago 4:10.) muchos se sentían turbados por causa de Cristo. Acababa de nacer apenas, y sin embargo, ya los turbaba. Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Es algo inusual oír que un rey se turbe por un bebé. ¿El altivo Herodes, el pendenciero, estaba turbado por un bebé envuelto en pañales y acostado en un pesebre? ¡cuán pequeña es la grandeza real de la maldad y cómo un pequeño poder de bondad puede provocarle turbación! Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Así, cuando algunas personas oyen el Evangelio y descubren que contiene poder, se turban. Herodes se turbó porque temía perder su trono. Pensaba que, en la persona del Niño recién nacido, la casa de David tomaría posesión de su trono. Entonces tembló y se turbó. Charlie Spurgeon. Hay gente que está cerca de Jesús y estos eran los hombres que exhibían su conocimiento. Esos eran los escribas y los principales sacerdotes que miraron en sus escritos y encontraron ese pasaje del profeta que decía dónde había de nacer Jesús. Hay personas que buscan en sus Biblias y que estudian las Escrituras; pero que si bien le dijeron a Herodes que el Cristo había de nacer en Belén, nadie dijo que iría a Belén para adorarle. Ni una sola alma viviente entre ellos, ni un escriba ni ninguno de los principales sacerdotes dijo: “Si éste es el Mesías que había de nacer en Belén –y esta prodigiosa estrella nos hace creer que así es- iremos con los sabios, y le adoraremos”. No, ellos no hicieron eso; les bastaba con tener el sagrado rollo y leerlo y saber todo acerca de la verdad y, sin embargo, dejar las cosas allí. yo quiero pedirle a mis hermanos y a mis hermanas aquí presentes que tienen poder en la oración que la eleven- diciendo: “Señor, haz que quienes están cercanos estén realmente cerca; todos los que están siempre en la adoración al Señor, y que con todo, no están en Cristo! No, no debo decir: “a todos esos”; quiero decir, a estos pocos, pues hay ahora unos pocos que están en esa condición. ¡Señor, tráelos!
Vengan a Cristo, inclínense a Sus pies, acéptenlo como su Señor, confíen en que Él los salva y luego regocíjense en Él como su Salvador y Rey