Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.”
Marcos 5:36
Notas de sermón:
Quiero empezar con esta ilustración:
Se dice que una vez un anciano, fiel siervo del Señor, había llegado hasta el
punto de no poder trabajar y tenía que depender de la bondad de otros para
vivir. Un día unos muchachos pasaron por su casa y escucharon su oración. El
hombre estaba pidiendo a Dios que le mandara algo de pan. Los muchachos
compraron un poco de pan y subieron al techo de la casa y lo arrojaron para
abajo, por la chimenea. Un rato después ellos fueron para burlarse del
anciano, y cuando entraron en su cuarto después de saludarlo le preguntaron
si Dios le había mandado algo de pan. Les contestó: «Si, Dios siempre me
manda lo que necesito, aunque tenga que mandarlo por conducto del
diablo».
En este sermón queremos tratar el tema de la providencia de Dios. Dios es
amor y nos ama infinitamente. Por eso, nada de lo que nos pasa puede ser
indiferente para Él. Él nos cuida como a la niña de sus ojos y tiene contados
hasta de los cabellos de nuestra cabeza. Dios dirige toda nuestra existencia
hasta en los más mínimos detalles. Nada escapa a su cuidado y las mismas
fuerzas del universo están a su servicio para bien de los hombres. Esto es una
manera de decirnos que nada de nuestra vida es insignificante para Él. Pero
lo que no quiere es que estemos angustiados, como si estuviéramos
abandonados, en un mundo adverso, donde sólo pueden vivir los más
sagaces y violentos. Si tenemos fe, Dios se prodigará en generosidad y
siempre estará atento a nuestras necesidades para ayudarnos,
especialmente, en casos difíciles, cuando la ayuda humana sea imposible. La
providencia de Dios es el cuidado y solicitud que Dios tiene sobre todas sus
criaturas, procurándoles todo lo que necesitan. Dios sustenta y gobierna su
creación. Eso incluye los acontecimientos en ella. Por tanto, el virus de esta
pandemia no ha salido del control de la providencia de Dios. Él mantiene su
dominio. El aislamiento que confina a millones de personas, y el temor a
padecer de COVID-19 o ver sufrir y fallecer en soledad a un ser amado, es
doloroso y devastador. Incluso puede llevar a la desesperanza y dudas
respecto al amor o la existencia de Dios. Los cristianos no somos inmunes a
eso. Por eso debemos prepararnos con la Palabra de Dios y las oraciones que
cuidan nuestros corazones y pensamientos en Cristo (Fil. 4:7). Y la paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Un mensaje de confianza en Dios por
la vindicación de su carácter y en el juicio sobre sus enemigos “No quites
jamás de mi boca la palabra de verdad, porque yo espero en Tus
ordenanzas”. Wayne Grudem lo define así:
I. PRESERVACIÓN
Dios hace que todas las cosas creadas sigan existiendo y manteniendo las
propiedades con que las creó.
Hebreos 1:3 nos dice que Cristo es «el que sostiene todas las cosas con su
palabra poderosa». La palabra griega que se traduce «sostiene» es, «llevar,
cargar». No significa simplemente «sostener», sino que tiene el sentido de
control activo y determinado de lo que se está llevando de un lugar a otro. En
Hebreos 1:3 Jesús está «continuamente llevando todas las cosas» del
universo por su palabra poderosa. Cristo interviene activamente en la obra
de la providencia.
De modo similar, en Colosenses 1:17 Pablo dice de Cristo «todas las cosas en
él subsisten» (RVR 1960). La frase «todas las cosas» se refiere a todo lo
creado en el universo (vea v. 16), y el versículo afirma que Cristo mantiene
existiendo toda las cosas; en él existen continuamente o «permanecen»
(LBLA).
Ambos versículos indican que, si Cristo cesara su actividad continua de
sustentar todas las cosas del universo, todo excepto el Dios trino
instantáneamente dejaría de existir. Tal enseñanza la afirma también Pablo
cuando dice que «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17: 28), y
Esdras:
«¡Sólo tú eres el Señor! Tú has hecho los cielos, y los cielos de los cielos con
todas sus estrellas. Tú le das vida a todo lo creado: la tierra y el mar con todo
lo que hay en ellos. ¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo!» (Neh 9:6).
Pedro también dice que «los cielos y la tierra que existen ahora» son
«guardados para el fuego en el día del juicio» (2ª P 3: 7, RVR 1960).
Dios, al preservar todas las cosas que ha hecho, también hace que
mantengan las propiedades con que las creó. Dios preserva el agua de tal
manera que continúa actuando como agua. Hace que la hierba siga actuando
como hierba, con todas sus características distintivas. No debemos pensar,
sin embargo, que la preservación de Dios es una continua nueva creación; él
no está continuamente creando nuevos átomos y moléculas para todas las
cosas que existen. Más bien, él preserva lo que ya ha creado; él «sustenta
todas las cosas» por su palabra de poder (Heb 1:3
II. CONCURRENCIA
Dios coopera con las cosas creadas en toda acción, dirigiendo sus
propiedades distintivas para hacerlas que actúen como actúan. En Efesios 1:
11 Pablo dice que Dios «hace todas las cosas conforme al designio de su
voluntad». La palabra que se traduce «hace» (energeo) indica que Dios
«obra» o «produce» todas las cosas conforme a su voluntad. Nada de lo que
sucede en la creación cae fuera de su providencia. Por supuesto, este hecho
está oculto a nuestros ojos a menos que lo leamos en la Escritura. Hay
muchas cosas en la creación de las que pensamos que son simples
ocurrencias «naturales». Sin embargo, Dios las hace suceder. Leemos de «el
relámpago y el granizo, la nieve y la neblina, el viento tempestuoso que
cumple su mandato» (Sal 148:8) Dios también hace a la hierba crecer:
«Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva
para sacar de la tierra su alimento» (Sal 104: 14). Dios dirige las estrellas en
los cielos, y le pregunta a Job: «¿Puedes hacer que las constelaciones salgan a
tiempo? ¿Puedes guiar a la Osa Mayor y a la Menor?» Job 38:32; el v. 31 se
refiere a las constelaciones Pléyades y Orión).
Es más, Dios continuamente dirige la llegada de la mañana Job. 38:12), hecho
que Jesús afirmó cuando dijo que Dios «hace que salga el sol sobre malos y
buenos, y que llueva sobre justos e injustos» (Mt 5:45). La Biblia afirma que
Dios alimenta a los animales salvajes del campo, porque «todos ellos esperan
de ti que a su tiempo les des su alimento. Tú les das, y ellos recogen; abres la
mano, y se colman de bienes. Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el
aliento, mueren y vuelven al polvo» (Sal 104: 27-29; Job 38: 39-41) Jesús
también afirmó esto cuando dijo: «Fíjense en las aves del cielo el Padre
celestial las alimenta» (Mt 6: 26). Dijo que ni un solo gorrión «caerá a tierra
sin que lo permita el Padre» (Mt 10: 29). La Biblia también habla del control
providencial de Dios de los asuntos humanos. Leemos que Dios «engrandece
o destruye a las naciones; las hace prosperar o las dispersa» (Job 12: 23). «
Porque del Señor es el reino; él gobierna sobre las naciones» (Sal 22: 28). Él ha determinado el tiempo de
todos» (LBLA) Ante tanta incertidumbre, que ha
provocado el corona virus la Iglesia puede ser un foco de esperanza y
también una guía moral para el escenario complicado que se viene. La
pandemia trae consigo la oportunidad para apreciar la vida familiar y las
amistades, muchas cosas que tomamos por hecho. En estas circunstancias
llegamos a sentir aprecio, gratitud por cosas que no apreciamos como la
salud. Hay una reflexión sobre la vida agitada y perdida que vivimos. La
solución es una actitud de una ayuda mutua. Tenemos que aprender de la
experiencia humana, y si entendemos la historia de pandemias y desastres no
vamos a dejarnos caer en una interpretación incorrecta, no apegada a la
verdad.
III. DIOS USA TODAS LAS COSAS PARA CUMPLIR SUS PROPÓSITOS E INCLUSO USA EL MAL PARA SU GLORIA Y NUESTRO BIEN.
Wayne Grudem nos dice así:
Así que, cuando el mal viene a nuestras vidas para atormentarnos, podemos
obtener de la doctrina de la providencia una mayor seguridad de que «Dios
dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido
llamados de acuerdo con su propósito» (Ro 8:28). Esta clase de convicción le
permitió a José decirles a sus hermanos: «Ustedes pensaron hacerme mal,
pero Dios transformó ese mal en bien» (Gn 50: 20).
También podemos darnos cuenta de que Dios es glorificado aun en el castigo
del mal. La Biblia nos dice que «toda obra del Señor tiene un propósito;
¡hasta el malvado fue hecho para el día del desastre!» (Pr 16: 4).11 De modo
similar, el salmista afirma: «Ciertamente la ira del hombre te alabará» (Sal
76: 10, RVR 1960). y el ejemplo del faraón (Ro 9: 14-24) es un ejemplo claro
de la manera en que Dios usa el mal para su gloria y para el bien de su
pueblo.
En una afirmación similar a las citadas arriba de Hch 2: 23 y 4:27-28, Jesús
también combina la predestinación de Dios de la crucifixión con la culpa
moral de los que la realizaron: «A la verdad el Hijo del hombre se irá según
está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!» (Lc 22: 22; Mt 26: 24; Mr
14:21).
Y en una afirmación más general en cuanto al mal en el mundo, Jesús dice:
«¡Ay del mundo por las cosas que hacen pecar a la gente! Inevitable es que
sucedan, pero ¡ay del que hace pecar a los demás!» (Mt 18:7).
Santiago habla de modo similar al advertirnos que no le echemos la culpa a
Dios por el mal que hacemos, y dice: «Que nadie, al ser tentado, diga: Es Dios
quien me tienta». Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco
tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios
malos deseos «destinar» en este versículo es mejor tomarlo como
refiriéndose tanto al tropezar como a la desobediencia. Los líderes
contemporáneos de Cristo lo odiaban por su Santidad y deseaban eliminar su
presencia de sus vidas. Satanás obró para atacar a Dios, animándoles a que
trataran al Cristo encarnado sin misericordia. Pero Dios hizo que esto obrara
para nuestro bien, que la crucifixión de Cristo actuara para nuestra salvación.
En ningún caso Dios fue responsable de la maldad, aunque estaban
involucrados el pecado humano y el pecado de Satanás. Dios no participó del
pecado. Sin embargo, aunque Dios no tuvo ninguna parte en el pecado, obró
por medio de él para el bien, de acuerdo con sus propósitos eternos. Hace
muchos siglos Israel, pueblo elegido de Dios, se moría de sed en el desierto y
murmuraba contra Dios. Él que lo había liberado de la esclavitud de Egipto, y
aquellos hombres llegaron a preguntarse: “¿Está o no el Señor en medio de
nosotros?” (Ex 17,7). Ahora también nosotros nos encontramos en una
situación límite, y surgen dudas e interrogantes por todos sitios: Si Dios existe
y es tan bueno: ¿Qué gana con esta pandemia mundial que mata a tantas
personas inocentes? ¿Tan horrendos son nuestros pecados que merecemos
tal castigo? Y aunque estemos en el siglo XXI y los avances científicos se
presenten como si no tuvieran límites, la triste realidad de cada día nos dice
que no todo se puede explicar en esta vida y que hay cuestiones que
sobrepasan a la inteligencia humana. Jesús no quiere que perezcamos en
esta pandemia, Como Señor de la salud y de la vida puede sanar a tantos
afectados y conceder vida eterna a los miles de fallecidos. Mientras tanto, en
este tiempo calamitoso, hagamos lo que el Señor nos dijo: “Pedid y se os
dará, buscad y encontrareis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide
recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre” (Mt 7,7-9). Acepte a
Cristo Jesús ahora y Él le dará la vida Eterna. Oro para que Dios toque su
corazón y lo acepte como su salvador personal.