Diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”
Marcos 1:15
Notas de sermón:
Los problemas actuales como la pandemia son capaces de anular nuestros sentidos espirituales.
En vez de anhelar una comunión más cercana con Cristo, muchos creyentes encuentran placer y
satisfacción en las cosas del mundo. El resultado es que nos movemos día tras día, y semana tras
semana, sin la alegría y la satisfacción que son posibles por medio de una relación estrecha con el
Señor.
Nuestro Señor Jesucristo comienza Su ministerio anunciando los mandamientos que encabezan la
lista. Viene recién ungido del desierto; sus palabras son arrepentimiento y fe. Sale plenamente
preparado para Su oficio, “habiendo sido en el desierto tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado”; Sus lomos están ceñidos como los de un hombre fuerte para correr una carrera.
Él predica con todo el denuedo de un nuevo celo, combinado con toda la sabiduría de una larga
preparación. Oigan, oh cielos, y escucha tú, tierra, pues el Mesías habla en la grandeza de Su
poder. Él clama a los hijos de los hombres, “Arrepentíos, y creed en el evangelio”. Prestemos
nuestros oídos a estas palabras que, como su autor, están llenas de gracia y de verdad. Delante de
nosotros tenemos la esencia de toda la enseñanza de Jesucristo, el Alfa y la Omega de todo Su
ministerio; y viniendo de los labios de alguien así, en un tiempo así, con un poder tan peculiar,
prestemos la más seria atención y que Dios nos ayude a obedecerlas desde lo más íntimo de
nuestros corazones.
I. EL EVANGELIO UN MANDAMIENTO.
El Evangelio que Cristo predicaba era, muy claramente, un mandamiento. “Arrepentíos, y creed en
el evangelio”. Nuestro Señor condesciende a razonar. Con frecuencia Su ministerio representaba
con clemencia el viejo texto “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; si vuestros pecados
fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Él persuade a los hombres con
argumentos reveladores y convincentes que deberían conducirlos a buscar la salvación de sus
almas. Él invita a los hombres, y oh, cuán amorosamente los corteja para que sean sabios. “Venid a
mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Él implora a los hombres;
condesciende a convertirse, por decirlo así, en un mendigo para con Sus propias criaturas
pecadoras, suplicándoles que vengan a Él. En verdad, Su Evangelio sigue conteniendo toda la
dignidad y la fuerza de un mandamiento; y si quisiéramos predicarlo en estos días como Cristo lo
hacía, tenemos que proclamarlo como un mandamiento de Dios acompañado de una sanción
divina cuyo descuido representa un peligro infinito para el alma. El Evangelio contempla,
invitaciones, súplicas e imploraciones, pero también toma la base más elevada de autoridad.
“Arrepentíos” es tanto un mandamiento de Dios como “No robarás. “Cree en el Señor Jesucristo”
tiene una autoridad divina tan plena como “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. ¡No piensen, que el Evangelio es algo opcional para que lo
elijan o no! ¡No piensen que pueden despreciar la Palabra del cielo sin incurrir en ninguna culpa!
¡No piensen que pueden descuidarlo y que no habrá consecuencias desastrosas! Es precisamente
este descuido y desprecio suyo el que colmará la medida de su iniquidad. Es concerniente a esto
que clamamos en alta voz: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande?” Dios manda que te arrepientas. El mismo Dios delante de quien el Sinaí se estremecía y
humeaba por completo, ese mismo Dios que proclamó la ley con sonido de trompeta, con rayos y
con truenos, nos habla más gentilmente; pero aun así, divinamente, por medio de Su unigénito
Hijo, cuando nos dice: “Arrepentíos, y creed en el evangelio”.
II. ARREPENTIMIENTO, CAMBIAR LA MENTE DE UNO.
No pensemos que el arrepentimiento es algo más ligero de lo que usualmente lo concebimos, de
hecho, un mero cambio de mente. El Espíritu Santo no predica nunca que el arrepentimiento sea
una nimiedad; y el cambio de mente o de entendimiento del que habla el Evangelio es una obra
muy profunda y solemne, y no debe ser depreciada por ningún motivo. Además, hay otra palabra
que se usa también en el original griego para indicar arrepentimiento: “un cuidado posterior”, una
palabra que contiene algo más de aflicción y ansiedad, que lo que significa cambiar la mente de
uno. En el verdadero arrepentimiento tiene que haber aflicción por el pecado y odio hacia él. En
verdad, “El arrepentimiento consiste en dejar
Los pecados que amamos antes,
Y en mostrar que nos dolemos sinceramente,
No haciéndolo más”.
Arrepentirse significa en efecto un cambio de mente; pero entonces es un cambio completo del
entendimiento y de todo lo que está en la mente, de manera que incluye una iluminación, una
iluminación del Espíritu Santo; y pienso que incluye un descubrimiento de la iniquidad y un odio
por ella, sin el cual difícilmente puede haber un genuino arrepentimiento. Pienso que no debemos
menospreciar el arrepentimiento. Es una gracia bendita de Dios, y el Espíritu Santo, y es
absolutamente necesario para salvación.
III. Es un mandamiento que exige una obediencia inmediata.
Este es el mandamiento de Cristo, digo, hoy. Hoy es el tiempo de Dios. “Si oyereis hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones”. “Hoy”, -el Evangelio siempre clama, pues si tolerara al pecado un
solo día, sería un evangelio profano. Si el evangelio les dijera a los hombres que se arrepientan
mañana, les daría un permiso para continuar en él hoy, y eso sería en verdad permitir las
concupiscencias de los hombres. Pero el Evangelio barre limpiamente el pecado, y exige del
hombre que arroje las armas de su rebelión ahora. El Evangelio le reta que crea en Jesús ahora. En
tanto que continúes en la incredulidad, tú continúas en pecado, y estás aumentando tu pecado; y
darte permiso de ser un incrédulo por una hora sería permitir tus concupiscencias; por lo tanto
exige de ti fe, y fe ahora, pues este es el tiempo de Dios, y el tiempo que la santidad tiene para
exigir de un pecador. Además, pecador, es tu tiempo. Este es el único momento que puedes
considerar tuyo. ¡Mañana! ¿Existe tal cosa? ¿En qué calendario está escrito salvo en el almanaque
del necio? ¡Mañana! ¡Oh, cómo se han arruinado multitudes! Este es su único tiempo; es el tiempo
de Dios, y ese es el mejor tiempo. Oro para que usted se arrepiente y entregue su vida a Cristo. Si
usted anhela tener un encuentro con Dios, comience hoy a cultivar una relación íntima con Él. El
Señor le ama muchísimo y quiere que usted esté consciente de su presencia, pero debe tener la
disposición de estar con Él. Ahora es un buen momento para que usted eche una mirada sincera a
su vida. Si usted está lejos de Dios, mi oración es que sea lo suficientemente sabio como para
detenerse y dejar que Dios le lleve de nuevo por el buen camino, para que reciba de Él lo mejor
todos los días de su vida.
Amén
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