Sunday Morning Service

Nuevo Video: El Sermón de la Mañana #24 – La Mano Seca



Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano. . . . . Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.»

Mateo 12: 10, 13

Notas de sermón:

Observen bien la expresión. Jesús «vino a la sinagoga de ellos. Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano.» Digamos que se hace un

comentario aclaratorio como si se va a describir un hecho notable. La expresión «he aquí» es como una nota de exclamación para llamar la

atención. Era su mano derecha la que estaba seca, la que más le afectaba, pues escasamente podía desempeñar su oficio o ganar su pan

sin ella. Su mejor mano estaba inutilizada. La mano que le permitía ganar el pan estaba seca. No dudo que se trataba de un individuo muy

humilde, oscuro e insignificante, posiblemente en una situación económica muy mala y en medio de mucha pobreza, pues era incapaz de

trabajar como sus demás colegas artesanos. Era un hombre sin ninguna posición social y sin estudios y no poseía una inteligencia especial.

Su presencia en la asamblea, en sí misma, no era un hecho notable. Supongo que estaba acostumbrado a ir a la sinagoga como otros de sus

conciudadanos lo hacían; sin embargo, el Espíritu Santo tiene cuidado de señalar que él estaba presente, y de anteponer la expresión «he

aquí» como un llamado de atención, para que se considere de manera especial que el hombre tullido se encontraba allí. Lo que nuestro

Señor quería en ese día de reposo en particular, era tener a alguien en quien poder trabajar, alguien a quien poder sanar, y así desafiar la

legalidad tradicional de los fariseos que afirmaban que no era lícito sanar en el día de reposo. Cristo no necesitaba la salud de los fariseos

esa mañana: Él buscaba sus enfermedades para poder manifestar su poder de curación. Él no necesitaba ninguna grandeza de nadie allí;

pero buscaba a algún pobre necesitado en quien pudiera desplegar su poder de curación. El Señor no viene a las congregaciones cuyos

miembros se sienten muy contentos consigo mismos, donde no hay ojos que no ven, oídos que no oyen, donde no hay corazones

quebrantados ni manos secas. ¿Pues para qué necesitan esas personas un Salvador? Él mira a su alrededor y Su ojo se detiene en el dolor,

en la necesidad, en la incapacidad, en el pecado, en todo aquello en donde Él puede hacer el bien. Pues lo que quiere de nosotros,

mortales, es la oportunidad de hacernos el bien y no la pretensión de nuestra parte que podemos hacerle un bien a Él.

I.                     «Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano.»

Este mandato fue dirigido a un hombre que era irremediablemente incapaz de obedecer. «Extiende tu mano.» No sé si su brazo estaba

paralizado también o solamente lo estaba su mano. Como regla general, cuando una parálisis es total y no es una parálisis parcial, se afecta

la mano y toda la extremidad completa. Tanto la mano como el brazo están atacados de parálisis. Usualmente hablamos de este hombre

como si la extremidad completa se hubiera secado, y sin embargo no se lee ni en Mateo, ni Marcos, ni Lucas, ninguna declaración expresa

que todo el brazo estuviera seco. Me parece que se trataba de un caso en el que solamente la mano había sido afectada. Tuvo que ser una

escena impactante. Ante la pregunta de Jesús a los fariseos no quieren responder, y ante el milagro que realiza después no saben qué

decir. Deberían haberse convertido, pero su corazón se ofusca y se llena de envidia y de furor y después del milagro empiezan a dialogar

entre ellos, para ver cómo acabar con Jesús.

II.                   LA PERSONA QUE DIO LA ORDEN.

¿Acaso nuestro Señor dijo estas palabras en ignorancia, suponiendo que el hombre podía hacerlo? De ninguna manera, pues en Él hay

conocimiento en abundancia. Acababa de leer en los corazones de los fariseos, y pueden estar seguros que quien podía leer en esos

espíritus sutiles, ciertamente podía entender la condición externa de este paciente. Él sabía que la mano del hombre estaba seca, y sin

embargo dijo: «Extiende tu mano.» Este hombre buscaba a Dios a pesar de su crisis… fue a la sinagoga… a adorar a Dios y a aprender su

Palabra… y en el tiempo de Dios, tiene un encuentro con Jesús… a veces aparecen las crisis que nos recuerdan que debemos buscar a

Dios…

Cuando leemos en la Escritura el mandamiento: «Cree en el Señor Jesucristo,» estoy seguro que Jesucristo sabe lo que está diciendo. Dijo

Él: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.» Sí, a toda criatura. Supongan que algunos de sus discípulos hubieran sido

muy ortodoxos, y le hubieran preguntado: «Señor ¿no hay un error en relación a las personas? ¿Por qué predicar a toda criatura? ¿Acaso

no están algunos de ellos muertos en pecado? Mejor predicamos selectivamente.»

Durante Su vida terrenal Jesús enseñó que la obediencia a su palabra, tiene que venir primero antes de que podamos experimentar Su

poder. Sin embargo, mucha gente anhela lo contrario, es decir, que venga primero Dios y lo toque, para luego obedecerlo; pero no es así la

realidad, Dios primeramente nos desafía a obedecerle y los que lo hacen, experimentan Su poder. Esto es precisamente lo que este

hombre experimento cuando decidió obedecerlo

III.                 EL MANDAMIENTO MISMO.

El mandamiento era: «Extiende tu mano.» En relación a ese mandamiento, observo que va dirigido a la esencia misma del asunto. No dice:

«Restriega tu mano derecha contra tu mano izquierda.» No es: «Muestra tu mano al sacerdote, para que él haga una ceremonia en ella.» No

es: «Lávate la mano.» Pero es: «Extiende tu mano.» Eso era precisamente lo que él no podía hacer, y así el mandato estaba dirigido a la

propia raíz del mal. Tan pronto la mano fue extendida, fue sanada. El mandato fue directamente al objetivo deseado. Ahora, El Señor no

dice a ninguno de los pecadores hoy, «Vayan a casa y oren.» Yo espero que oren, pero ese no es el gran mandamiento del Evangelio. El

Evangelio es: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.» Pablo estaba a la medianoche con el tembloroso carcelero, que con dificultad

entendía su propia pregunta, cuando exclamó: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Y Pablo, de conformidad a la práctica de algunos

pudo haber dicho: «Debemos hacer una pequeña oración,» o, «debes irte a casa y leer la Biblia, y debo darte instrucción adicional hasta que

estés mejor preparado.» Pero no hizo nada parecido a eso, sino que allí mismo y en ese momento, Pablo le dijo: «Creen en el Señor

Jesucristo, y serás salvo.» Hasta que usted no llegue a este punto, no se ha predicado el Evangelio; pues la salvación viene por la fe, y por

ninguna otra cosa. De la misma manera, si nosotros queremos experimentar el poder de Dios debemos estar primeramente listos a

obedecerle, aunque esto, nos parezca imposible. El Señor Jesucristo es hacedor de milagros, él tiene compasión de nuestras necesidades,

nosotros debemos superar algunos obstáculos que aparecen cuando procuramos su presencia, su toque transformador, y acercarnos a él

con corazón sincero y humilde… y él hará más allá de lo que podemos imaginar… derriba el escudo de las apariencias y acércate al Señor

con corazón sincero, no saldrás con las manos vacías. Acepte al Señor Jesús ahora, que es el día de Salvación, y Él le dará salud del alma,

salud del cuerpo. Crea en El.

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