Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.»
Isaías 43:25
«Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.» Jeremías 31:34
«Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados, y de sus iniquidades.» Hebreos 8:12
«Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.» Hebreos 10:17
Notas de sermón:
Dios ve todos nuestros pecados —pasados, presentes y futuros— y dice: “¡Nunca más me acordaré de tus pecados e iniquidades!” Las palabras “nunca más” son una doble negación fuerte en el texto griego original. En otras palabras, Dios está diciendo: “¡Yo nunca, de ninguna manera me acordaré de tus pecados!”
Cada vez que sentimos culpa por nuestros errores pasados, Dios quiere que recordemos la cruz y digamos: “Señor Jesús, Tú fuiste sentenciado por este pecado que yo cometí. Tú llevaste la sentencia, así que Dios no va a juzgarme por este pecado. Tú fuiste condenado por mis pecados, así que Dios no va a condenarme por eso.”
¿Cree una persona no regenerada en el perdón del pecado? No lo creo. Nadie cree sinceramente en el perdón mientras Dios el Espíritu Santo no le enseñe esa verdad, y no la hubiere escrito en su corazón. De ninguna verdad revelada se duda y se descree tanto como de esta, la más clara de todas las revelaciones, que el Señor es clemente y misericordioso, y que está dispuesto a pasar por alto las iniquidades de Su pueblo. Los hombres descreen en cuanto a sí mismos, y dudan en cuanto a los demás cuando el asunto está claramente probado.
Cuando los pecados de un hombre son puestos delante de él, a la luz del rostro de Dios, su primer instinto es temer que sean completamente imperdonables. Aunque no expresara su incredulidad con tantas palabras, sin embargo, en el secreto de su alma, esa terrible convicción se apodera de él, y oscurece cada ventana de esperanza. Mira a la ley de Dios y mientras contempla en esa dirección, ciertamente concluye que no hay remisión, pues la ley no sabe nada del perdón. Afirma: «Haz esto, y vivirás; desobedece, y morirás.» La ley fue enviada únicamente para convencer y para condenar. Por la ley viene el conocimiento del pecado, y por su poder los pecadores son encerrados en la prisión de la desesperación, de la cual únicamente nos puede liberar el Señor Jesús. (Spurgeon)
I. HAY PERDÓN.
Todos nuestros cuatro textos nos enseñan esa doctrina con gran claridad. : «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados»? ¿Acaso Pablo no lo expresa: «Nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades»? Recuerden cómo el Salmista, en el salmo ciento treinta, hace de esto una nota especial de agradecimiento: «Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado». Adoremos al Señor porque se deleita en la misericordia.
El perdón es uno de los temas principales de la Escritura.
Comenzando desde la historia de Adán y Eva en el libro de Génesis y a través de las Escrituras vemos a muchas personas que pecaron y cometieron grandes errores. Dios las perdonó y restauró. Así es como Dios quiere que vivamos, en comunión con él. Quiere perdonar nuestros pecados, restaurar la amistad con el hombre. Dios quiere que nuestras historias también reflejen la transformación que llega como producto de su perdón y su amor. Lo primero que tenemos que hacer es expresar y reconocer los pecados que hemos cometido, y decirlos a Dios. Él conoce todo y ya lo sabe. Pero nosotros necesitamos aceptar en humildad delante de él que le hemos fallado y que hemos hecho cosas que van en contra de su deseo para nosotros.
La sangre que Jesús derramó en la cruz fue el precio que él pagó para que nuestros pecados fueran perdonados. Él nos redimió, nos rescató y ya no somos más esclavos del pecado. A través de Jesús somos libres del poder del pecado. Y todo esto ha sido por la gracia abundante de Dios, un regalo que no merecíamos.
II. ESTE PERDÓN ES EQUIVALENTE A OLVIDAR EL PECADO.
Esto es una maravilla para mí, y para usted, una maravilla de maravillas, que Dios diga que hará lo que en algún sentido no puede hacer: que use un lenguaje que incluye una imposibilidad, y que sin embargo, sea estrictamente verdad, como es Su propósito. El perdón de Dios del pecado es tan completo que Él mismo lo describe como no recordar nuestra iniquidad y transgresión. He dicho que hay una imposibilidad en ello, y en efecto la hay, porque el Señor no puede, en estricta precisión de lenguaje, olvidar algo: el olvido es una debilidad, y Dios no tiene debilidades. El Señor no ejercita la memoria como lo hacemos ustedes y yo. Nosotros recordamos el pasado, pero Él no tiene pasado: todas las cosas son presente para Él. Dios ve todo de inmediato, mediante una percepción intuitiva: el pasado, el presente, el futuro están delante de Él en una mirada. No podemos hablar, excepto a la manera de los hombres, diciendo que el Señor Dios tiene memoria; y, sin embargo, cuán bendito es que Él mismo use el lenguaje que es corriente entre nosotros, y se represente a semejanza de un hombre, y luego diga: «Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.» Él quiere que sepamos que Su perdón es tan verdadero y profundo que equivale a un absoluto olvido, una total amnesia de todo el mal realizado por los que son perdonados. (Spurgeon)
Dios no recuerda nuestros pecados. Sin embargo, que Dios «no recuerde» no es lo que normalmente pensamos como olvido. Dios es omnisciente. Él lo sabe todo, y no olvida nada. Pero Él puede decidir no recordar algo. En la sociedad humana, podemos elegir recordar las ofensas de alguien en contra nuestra, o podemos elegir olvidar. Si usted quiere perdonar a alguien, debemos quitarnos los recuerdos dolorosos de la mente. En realidad, no olvidamos la ofensa, y no es que no podamos recordar la ofensa, sino que elegimos pasarla por alto. El perdón hace que no nos detengamos en los problemas del pasado.
III. EL PERDÓN HA DE RECIBIRSE.
¿Cómo ha de recibirse? El perdón ha de recibirse a través de la sangre expiatoria. ¿Por qué olvida Dios nuestro pecado? Es por esto: Él mira a Su Hijo Jesús cargando con el pecado. ¿Pensaron alguna vez en lo que Dios el Padre ve en Jesús sobre la cruz? Ustedes y yo hemos visto lo suficiente del sufrimiento de Jesús para quebrantar nuestros corazones, pero cuando el Padre vio a Su Unigénito sufriendo hasta la muerte, esto causó tal infinita impresión sobre Su grandiosa alma, que olvidó los pecados por los que Su Hijo dio Su vida. Al intervenir esa nueva cosa, la cosa más maravillosa que Dios tiene en Su corazón, la muerte de Su Unigénito, se realizó una limpieza total en la eterna memoria de todas las transgresiones de aquellos por los que murió Cristo. Así nos describe Él el misterio del amor perdonador. Dios nos ha dado un salvador, a Cristo que murió en la cruz para que la humanidad entera tenga vida eterna. Pero es necesario reconocer nuestra maldad y pedirle perdón a Dios. Entonces el Señor nos cubre con su sangre preciosa y somos limpios de nuestros pecados. Nos pide Dios que no pequemos más, sino que vivamos para Él. Pídale a Jesús dejarle entrar a su reino Hoy y Él le dará la vida Eterna hoy.