Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; porque ahora él elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre ”.
2 Crónicas 7: 15-16
By Pastor Juárez
Todos los creyentes en Cristo en algún momento han orado a Dios y esa ha sido su rutina diaria. “Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. En aquel tiempo los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová ”. Génesis 4:26 Debido a la entrada del pecado al hombre, se volvió más frágil, pues ya no estaba Dios con él. Sin Dios el hombre se dio cuenta que es frágil y su fin es la muerte. Necesitamos a Dios nuestro creador.
Cada vez que verdaderamente clamamos al Señor e invocamos Su nombre, se siente la presencia del Señor en nosotros, cuando el Señor está en nosotros, Él se convierte en la realidad de cualquier cosa que necesitemos. Él es todo lo que necesitamos, y Él satisface todas nuestras necesidades. Los primeros creyentes practicaban esto en todas partes (1 Co. 1: 2), y para los no creyentes, especialmente para los perseguidores, esto llegó a ser muy característico de los creyentes de Cristo (Hch. 9:14, 21). Al clamar al Señor podemos participar de Su abundante misericordia. Cuanto más le invocamos, más disfrutamos de Su misericordia. Cuando nos encontremos desanimados o deprimidos, debemos levantarnos e invocar el nombre del Señor Jesús. Debemos alabar al Señor y siempre ponerlo en primer lugar en nuestra vida, en nuestro hogar, en nuestro trabajo y en todo lugar.
Si practicamos la oración cada día, estaremos saturados de su presencia que esto se convierta en un hábito diario en nuestro vivir. Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. 2 Timoteo 2:22