Sunday Morning Service

Nuevo Video: El Sermón de la Mañana #83 | JUAN EL BAUTISTA



En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. 3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas.

Mateo 3:1

Notas de sermón:                                 

«En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea». El desierto es un lugar de silencio, propicio para escuchar. Como dice el profeta Oseas (cf. 2,16) se le puede considerar como el lugar -especial – al que se regresa para retomar la comunicación de nuevo con Dios.

El “desierto de Judea” era una extensión amplia de terreno, que descendía desde el costado oriental de Jerusalén hasta las cercanías del valle del Jordán. Desde allí se extiende hacia el norte y hacia el sur, presentando un lugar de desolación.

Este desierto había sido refugio ideal en tiempos de guerra. ¿Por qué Juan predica allí, donde no hay casi nadie? ¿Por qué allí si lo que predica es un encuentro con Dios? El desierto es el lugar de escuchar donde se atienden, lejanas de toda distracción, los planes de Dios. Para Israel el desierto fue con frecuencia un punto de referencia que apuntaba a sus orígenes y por eso, el contenido de la profecía de Oseas, el espacio geográfico-espiritual al cual se regresa para retomar el proyecto con la fuerza del primer amor.

Para Mateo el término «desierto» tiene una idea de «desolación»; pero, el desierto como referente histórico parece ser esencial. La referencia que hace a Isaías nos permite encontrar una nota de esperanza al evocar la peregrinación del Pueblo que vuelve del exilio, la acción poderosa de Dios que realiza el éxodo y el pueblo que regresa purificado y dispuesto a construir una sociedad nueva.

El personaje: Un profeta llamado Juan

Juan se presenta como un personaje del desierto. Lleva una vida austera. Su manera de vestir: «usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero» recuerda a Elías (cf. 1 Re 1,8) cuya indumentaria se convirtió en el ‘uniforme’ de los profetas (cf.  Zac 13,4). Vivía de lo estrictamente necesario, «se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre».

Juan ha puesto su corazón en un valor mayor y que está dedicado completamente a la causa de Dios: vive abandonado, lejos del bullicio de la ciudad y en función del ministerio que va a realizar de manera que nada lo aparte de su voluntad. Así de fuerte e intensa es la relación que sostiene con Dios.

El pueblo busca a Juan; su predicación alcanza un amplio margen. La gente que lo escucha está cansada, sabe que algo anda mal, que la forma como funcionan las cosas no ofrece la vida que quisieran, ni corresponde a lo que los unía como pueblo de la Alianza; se cometen muchas injusticias y son muchos líderes los que participan de ellas. La presencia de Juan el Bautista y su ministerio como profeta de Dios, despertaron un enorme interés en el pueblo de Israel. Su mensaje era claro: el Mesías anunciado por los profetas de la antigüedad estaba a punto de aparecer, y todo aquel que quisiera formar parte de su reino, debía prepararse espiritualmente. Para ello, el primer requisito era el arrepentimiento, de lo que el bautismo de Juan era un símbolo. (Tomado de Escuela Biblica)

La voz de Juan les devuelve la esperanza, les recuerda su vocación y quieren recomenzar, recorrer un nuevo camino para vivir según la justicia de Dios, por eso le siguen. Como la gente venía a él de todas partes, Herodes empezó a temer que la influencia de semejante hombre pudiera provocar una insurrección. Ante semejante sospecha de Herodes, Juan fue cargado de cadenas, mandado a la fortaleza de Maqueronte y allí decapitado.»

El mensaje: Conviértanse, el Reino está cerca

El mensaje de Juan pretendía despertar las conciencias, abrir los ojos para que todos vieran la obra que Dios hacía y ésta fuera recibida adecuadamente por los hombres y mujeres de corazón bien dispuesto. El imperativo es «¡Conviértanse!». Se trata de tomar distancia de todo lo que impide experimentar la cercanía de Dios, su amor y su misericordia. La motivación es clara: «el Reino de los cielos está cerca». La conversión es para caminar en dirección al Reino. El Señor viene, cumple su promesa de salvación y ésta tiene exigencias para quienes quieren acogerla. Cristo, por medio de Su muerte y resurrección ahora vive en nuestro espíritu como el Espíritu vivificante. Esta Persona maravillosa quien vive en nosotros tiene Sus propios gustos, deseos, intenciones y pensamientos. Debido a esto, a Él le importa mucho todo lo que tiene que ver con nuestras vidas: cómo aprovechamos nuestro tiempo, qué vestimos, cómo gastamos nuestro dinero, a dónde vamos, qué decimos, pensamos y sentimos.

El tema final de la predicación de Juan es la venida de Jesús. Esto lo deja claro en la advertencia que hace a los fariseos y a los saduceos que querían recibir el bautismo, pero se mostraban renuentes a un verdadero cambio; se sentían privilegiados por ser descendientes de Abraham. Sin embargo, la conversión que Juan predica no tiene excepciones, no admite aplazamiento, ni fingimiento; implica un juicio y éste es inminente. A los que quieren el bautismo, pero no quieren cambiar Juan les llama «raza de víboras» los considera hipócritas, falsos, son gente que hace daño –envenenan- y este daño, es irreparable.

La única manera de recibir a Dios que viene es la conversión sincera y esta debe constatarse: «hagan ver con obras su arrepentimiento» No se trata sólo de superar conductas pecaminosas, sino reconocer radicalmente a Dios orientando a Él la vida para que ésta exprese lo ‘nuevo’, lo que Él quiere que hagamos. La conversión no consiste en cambiar ‘algunas’ cosas que incomodan, consiste en un movimiento interno para poner la propia existencia en sintonía con Dios.

VIVIENDO EN LA CIUDAD.

Cuando vivimos en la comodidad de la ciudad, nos olvidamos de ciertas responsabilidades con Dios. Damos rienda suelta a nuestras debilidades, nuestras tentaciones, desviaciones, inmoralidades, injusticias, indolencias, alejamiento de Dios por la falta de practicar el bien común, la carencia de fe en Dios y en muchos casos su propia negación. Cuando vivimos lejos de Dios nuestro corazón no es humilde para rendirse a su voluntad y decidimos acercarnos a Él de acuerdo a nuestras condiciones, viviendo una mentira que solo consigue aplacar nuestra sucia y culpable alma. Una evidencia que vivimos lejos de Dios es que, aunque decimos honrarle y buscarle lo hacemos bajo nuestros propios términos, no estamos dispuestos a aceptar su camino y someternos a su voluntad. el pecado nos seduce y se adueña de nosotros. Nos complace toda clase de obra mala sin saber que la paga del pecado es muerte.

El peregrinaje del pueblo de Israel después de su liberación de Egipto nos recuerda que los desiertos no son solo cuestiones del destino, situaciones de “mala suerte”, o artimañas diabólicas. Ellos pueden ser lugares de transformación usados por Dios para nuestro bien. El desierto y la ausencia de recursos traerían a la luz lo que había en el corazón de Israel y cuál era su nivel de compromiso con Dios (Ez. 20:5-8, 16). Skip Heitzig dice: “Dios había sacado a su pueblo de Egipto, pero ahora necesitaba sacar a Egipto de su pueblo”. La fidelidad a Dios sería posible a través del desierto: un proceso largo y doloroso, porque nadie quiere sufrir. Todos buscamos la superación y evitamos el dolor. Porque todos perseguimos la satisfacción inmediata. Cuando le pedimos a Dios no solo deseamos obtener lo que pedimos, sino que lo queremos ahora, inmediatamente. El desierto es un lugar de transformación. Es posible que se llame desempleo, silencio, enfermedad, drogadicción, desánimo, o muerte. Al salir de allí, usted será una mejor o quizá peor persona. Quizá resulte convirtiéndose verdaderamente al Señor y sea más sensible a su voz… o posiblemente alguien más amargado, mal intencionado, y desesperanzado. ¡Pero jamás saldrá igual! el pueblo que murió en el desierto, no murió debido al hambre ni por lo duro de la prueba (Dt. 8:4), sino porque no creyeron en la Palabra de Dios (Nm. 32:13).

Moisés le declaró al pueblo: “Por la mañana verán la gloria del Señor…” (Éx. 16:7,). ¡Al ver el maná, ellos verían la gloria de Dios! De manera que el maná apuntaba a Dios. Y como el mismo Jesús reveló más adelante, apuntaba a Él mismo: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás. Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han visto”, Juan 6:35-36

Probablemente en su mente usted sepa que Jesús es el Pan de Vida, pero en la vida cristiana saber las cosas correctas acerca de Dios no es suficiente. La vida cristiana demanda conocerlo de manera personal y real. El desierto es una buena oportunidad para profundizar en nuestra relación y comunión con Cristo, pues Él es la verdadera y más grande provisión de Dios para sus hijos en medio del desierto. Solamente mire a Jesús y confíe en Él. (FABIO ROSSI)

El desierto nos ofrece la gran oportunidad de enderezar nuestros caminos, nuestras decisiones y actuaciones. Juan el Bautista fue el profeta que viviendo en el desierto, proclamó verdades y anunció la venida del Mesías, nuestro Señor Jesucristo. No solo los profetas, sino hasta el propio Jesucristo, tuvo que irse al desierto por cuarenta días con sus noches, para prepararse para la actividad salvífica del mundo. “El Espíritu condujo a Jesús al desierto para ponerlo a prueba. Jesús ayunó cuarenta días con sus noches, y al final tuvo hambre” (Evangelio según San Mateo,4, 1-3 ). GONZÁLEZ FUENMAYOR, Mervy Enrique .Título de la publicación. Blog de Dr. Mervy Enrique nombre a mejoran con nosotros González Fuenmayor. URL: http://mervyster.blogspot.com/…./

Dios desea cambiar este terrible destino por medio de su Hijo Jesús al ofrecernos el perdón de nuestros pecados, pero antes es necesario hacerlo el Señor de nuestra vida. Acepte a Cristo Jesús hoy.

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