Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
Lucas 4:38-39
Pastor Juarez
Notas de sermón:
Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
Como en la casa de Simón veamos lo que ocurre cuando Cristo llega a nuestros hogares. Cuando Jesús llega al hogar, algo sucede. Cuando nuestro invitado a nuestro hogar es Jesucristo, todo cambia. La presencia de Jesús se impone, el amor de Jesús, el tremendo poder que irradia Jesús, al entrar en nuestra casa, la bendice y transforma. Jesús no siempre entra en la casa. Hay algunas casas donde cierran la puerta en su rostro (Apocalipsis 3:20). He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. A veces no es invitado (Lucas. 24:36) Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Pero él siempre acepta la invitación a entrar (Lucas 24:29). Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él” (Apocalipsis 3:20).
I. JESUS CONOCE NUESTRAS NECESIDADES.
Estamos a la espera que venga y entre el Señor en nuestra casa y con autoridad suya cure las fiebres de nuestros males. Porque todos estamos sufriendo de fiebre. Tenemos fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevar por la ira. Existen tantas fiebres como vicios, pero si él toma de su mano nuestra mano, la fiebre huye al instante. Pero tan pronto como Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Pedro, la petición clara era la necesidad humana. No dijo que estaba cansado y que debía descansar; contestó sin quejarse. Tan pronto como Pedro comenzó a seguir a Cristo, su familia empezó a beneficiarse de ello. Siempre es provechoso relacionarse con hombres buenos. Una persona llena de fe y oración puede ser el medio de atraer innumerables bendiciones sobre su familia y sus conocidos. Toda persona que conozca la virtud y la autoridad de Cristo debe buscar fervientemente su gracia en favor de todos los enfermos espirituales de su casa; no puede buscar la ayuda de Cristo en vano. Cuando la suegra de Pedro se curó inmediatamente comenzó a servirles. Se dio cuenta de que le habían devuelto la salud para darse en servicio a los demás. No quería ser la victima ni recibir caricias; ella quería seguir cocinando y sirviendo a su propia gente y a Jesús. Las mujeres como esta siempre son así. Haríamos bien en recordar, que, si Dios nos dio el don invaluable de la salud y la fuerza, lo hizo para que podamos usarlo siempre al servicio de los demás. BIBLIA DE ESTUDIO DIARIO BARCLAY (NT) Jesús entró a la casa de Pedro, no porque había comida, o un lugar para recostarse, sino por la enfermedad de la que estaba en la cama, no por necesidad de comer, el vio la oportunidad de curar, no había fiesta, había lágrimas, y es que Dios busca al hombre, no las cosas de los hombres, él quiere dar la obra del poder divino, y no obtener las cosas terrenales, Jesús viene en busca del pecador y no de sus cosas. Entrando Cristo en casa de Pedro, vio lo que venía buscando. Él no se fijó en la calidad de la casa, ni en la cantidad de gente, ni como le saludaban, ni en la reunión familiar; no paró en ver los preparativos de la comida: se fijó en la condición de la enferma, dirigió su atención al sufrimiento de la que estaba bajo la acción de la fiebre. Vemos como la fiebre abandona ese cuerpo cuando Cristo le toma de la mano. La enfermedad no se resiste, donde el autor de la salud asiste; la muerte no tiene acceso alguno, donde entró el dador de la vida. Algunas personas nacen con discapacidades físicas o mentales que les ocasionan sufrimiento y dificultades a ellas y a quienes las aman y cuidan. Para muchos, la enfermedad de la depresión es dolorosa o los deshabilita permanentemente. Aquellos que se encuentran en esa situación deben recordar que nuestro Salvador también sufrió ese tipo de dolores y que, por medio de Su expiación, Él nos brinda la fuerza para soportarlos. Pocas discapacidades son más agobiantes para nuestra vida espiritual que las adicciones. Es probable que algunas de ellas, como la adicción a la pornografía o a las drogas, hayan sido causadas por conductas pecaminosas. Aunque la persona se haya arrepentido de ese comportamiento, puede que la adicción permanezca. Esa garra incapacitante también puede ser aliviada mediante la fortaleza firme que brinda nuestro Salvador. (Barclay)
II. NOS TRAE SALVACION Y SANIDAD
Cuando él entra, trae una gran compañía de nuevos amigos con él. Cuando la gloria entró en el templo, se llenó la casa. El que es la plenitud de la Deidad puede ciertamente llenar cada deseo y anhelo del corazón. Llena de la plenitud de Dios.
Como Cristo ya no viene a nosotros en la carne, viene en la palabra: y dondequiera que la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo, En todas las pruebas que nos llegan, no nos entristezcamos, abandonémoslo todo a la misericordia de Dios, y que nos baste que nuestro Señor nos vea y sepa lo que estamos pasando.
Jesús ofrece curación a todos los presentes: la suegra de Simón, los enfermos y poseídos por el demonio. En su gesto de ayuda se ha expresado la verdad de la presencia del Espíritu que viene a transformar el mundo. Su poder no es destrucción, sino comienzo de una vida verdadera; su juicio no es castigo, sino ofrenda de perdón que se dirige a todos los que estaban oprimidos por las fuerzas de lo malo. La presencia del juicio de Dios ha comenzado a realizarse de una forma decidida sobre el mundo. Jesús es el Salvador de todos en todas las cosas. «Todos han de ver la salvación de Dios»: así lo había anunciado Juan el Bautista. La acción de Jesús consiste en proclamar la buena nueva de que el reino de Dios está presente. Esta nueva debe llenar la tierra entera y que el hombre proclame ese reino.
III. TIENE PODER SOBRE CUALQUIER AFLICCION.
Jesús el gran Médico no sólo puede sanar a los enfermos y calmar a la tormenta y enfrentar a los demonios, sino que también puede traer al alma humana lo que más necesita: el perdón de pecados. Tiene poder sobre cualquier aflicción. El Señor Jesús está por sobre toda aflicción, de manera que cualquier cosa del mundo que nos haga sufrir; está por debajo del dominio de nuestro Señor, eso significa, que el Señor tiene el control de todo; no nos dice que sean todas las aflicciones evitables, eso no lo dice; pero dice que EL venció al mundo, de modo que los suyos vencen al mundo y deben vencerlo por medio de la fe que nos ha sido dada (y que debe ir creciendo y fortaleciéndose, en EL). Nada está sobre nosotros en este mundo, sin el control del Señor, y sin el potencial en nosotros de vencerlo, en la confianza en EL. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Romanos 8:18)
Las pruebas que padecemos no son aflicciones producto de un pecado, sino que son producto del necesario fortalecimiento de la fe, en Cristo. Y cuando las soportamos con gozo, nos dan una mayor confianza en el gozo eterno de gloria. Las pruebas se superan por medio de la fe, es decir, confiando en lo que el Señor nos dijo (a pesar de que lo que vemos diga lo contrario), y no dudando en las circunstancias, que están bajo su control; para superar una prueba debemos hacerlo con gozo y alegría de que somos probados, o siendo evaluados por Dios. Nuestro Señor padeció y sufrió la magnitud de todos los desafíos terrenales “sufridos en la carne” a fin de que, “según la carne”, supiera cómo “ayudar [lo cual significa prestar auxilio o ayuda] a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos”. Por consiguiente, Él conoce nuestros problemas, dolores, tentaciones y sufrimientos, porque por voluntad propia los padeció todos como parte esencial de Su expiación. Gracias a su sacrificio, la Expiación lo faculta para socorrernos, para darnos la fortaleza a fin de soportarlo todo. Al principio de Su ministerio, Jesús explicó que Él fue enviado “a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18). En la Biblia leemos a menudo que Él sanaba al pueblo “… de sus enfermedades” (Lucas 5:15; 7:21). En el Evangelio según Mateo se explica que Jesús sanaba al pueblo “para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8:17). Isaías enseñó que el Mesías llevó nuestras “enfermedades” y nuestros “dolores” (Isaías 53:4). Isaías también enseñó sobre cómo Él nos fortalece: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalezco; siempre te ayudaré” (Isaías 41:10). Debido a Su experiencia en la vida terrenal, el Salvador puede consolar, sanar y fortalecer a todos los hombres y mujeres de todas partes; pero creo que lo hace solamente con aquellos que lo buscan y piden Su ayuda. El apóstol Santiago enseñó: “Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará” (Santiago 4:10). Nos hacemos merecedores de esa bendición si creemos en Él y oramos para pedir Su ayuda. Un día, todas esas cargas de la vida terrenal se acabarán y ya no habrá más dolor (véase Apocalipsis 21:4). Por eso pido que todos entendamos la esperanza y la fortaleza que brinda la sangre del Salvador: la promesa de la inmortalidad, la oportunidad de la vida eterna y la fortaleza sustentadora que podemos recibir si tan solo pedimos. En el nombre de Jesucristo. Amén. El Señor Jesús tiene poder sobre todas las cosas, nada es difícil para él. Aún en las circunstancias más complicadas de nuestra vida, Dios está allí fortaleciendo, y cuidando nuestro corazón. Él no desampara a sus hijos. Acepte a Cristo Jesús como su Salvador personal.